NUESTRAS CUERDAS


El cuatro y la familia de instrumentos de cuerda puertorriqueños

A lo largo de una historia que lleva siglos en escribirse, nuestro instrumento nacional, no ha estado solo y no ha sido único. El cuatro forma parte de una familia que incluye al tiple y la bordonúa, y ha vivido un sorprendente proceso de evolución, manifestándose en varias formas y encordaduras. Su existencia hilvana aspectos fundamentales de nuestra cultura, desde los tangibles tal como su artesanía, también conocida como lutería, hasta los intangibles de nuestro patrimonio cultural: las celebraciones y conmemoraciones en que la música se funde con las alegrías y penas de nuestro pueblo. Una de sus primeras menciones en la literatura fue en El gíbaro (1849), de Manuel Alonso, y uno de sus más tempranos retratos, según el etnomusicólogo Gustavo Batista, aparece en El velorio (1893) de Francisco Oller, donde es sostenido por un músico en la mitad izquierda del cuadro (G. Batista, Investigación preliminar relacionada con la bordonúa, el cuatro y el tiple, comisionada por el Programa de Artes Populares del ICP en 1984).

Sus orígenes no están claros. Ya la falta de concordancia entre su nombre y el número de sus cuerdas levanta suspicacia. Batista informa que la historia del cuatro comienza con una "vihuela de cuatro cuerdas" (G. Batista, Instrumentos musicales típicos de cuerdas de Puerto Rico, 1997) que evoluciona al instrumento que hoy conocemos. De las entrevistas que realizó a lutieres de toda la isla, se deja entrever que no se trató de una evolución lineal. William Cumpiano y Juan Sotomayor, del Proyecto del Cuatro, postulan la cœxistencia de dos instrumentos, un cuatro antiguo con forma de ojo de llave que "se encordaba con cuatro cuerdas sencillas hechas de tripa animal, lo que ocasionó su nombre "y, más tarde, el cuatro de la "tradición moderna”.

Su procedencia fue, desde un inicio, humilde. Artesanos de la isla supieron hacer uso de las maderas locales, principalmente el yagrumo y el guaraguao, y con sencillas herramientas, fabricaban instrumentos, a veces "con la apariencia de haber sido fabricados con un machete...", en palabras de Efraín Ronda (Efraín Ronda El cuatrista, el artesano, el ser humano: Tres entrevistas a Efraín Ronda por Néstor Murray-Irizarry). Poco tardó en estar presente en todo tipo de eventos, desde bailes y bodas hasta en las proyecciones del cine mudo según el Dr. Francisco López Cruz en su ensayo El cuatro puertorriqueño: Apuntes para su historia. López Cruz añade que, tras su auge a fines del siglo XIX, los estragos de la Gran Depresión de 1929 y la amenaza del olvido se cernieron sobre el cuatro.

Afiche para la exhibición.

En la posguerra, el recién fundado Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) quedó estrechamente vinculado a la consolidación de la noción actual que se tiene del instrumento. Para 1976, la agencia había contribuido significativamente a su conservación y reconocimiento, organizando cursos y certámenes, y manteniendo un registro de los artesanos lutieres en toda la isla, incluyendo un taller en Brooklyn, Nueva York. En palabras de López Cruz, "nuestro cuatro ya se salvó del olvido". Pero no fue cualquier cuatro el que se salvó. Paradójicamente, pareciera que los esfuerzos de preservación favorecieron una de sus manifestaciones, aquella que conocemos como el cuatro moderno, cayendo las otras y también el tiple y la bordonúa en desuso. A pesar del efecto unificador, estos esfuerzos lograron resguardar material que nos permite reconstruir una narrativa sobre la riqueza formal y material de los instrumentos nacionales de cuerdas, que es el foco de esta muestra.

Para esta exhibición se realizó una selección de 17 ejemplares, de la Colección Nacional del Instituto de Cultura Puertorriqueña, que da cuenta de la variedad de instrumentos de cuerdas fabricados por manos artesanas de distintos puntos de nuestro archipiélago y a través de distintos momentos de la historia. En esta ocasión, el esfuerzo no se empeña en proveer respuestas definitivas, sino en abrir nuevas posibilidades que impulsen la vitalidad y dinamismo de la cultura puertorriqueña.

Nuestras Cuerdas es el resultado de la colaboración de los Programas de Música y de Artes Populares y Artesanías del Instituto de Cultura Puertorriqueña, con el apoyo la División de Colecciones del Programa de Artes Plásticas y del Archivo General de Puerto Rico.

 

Afiches creados para los concursos de instrumentos musicales.